‘La brecha digital’ (opinió, María Ramos)

‘La brecha digital’ (opinió, María Ramos)

Los tópicos a veces se nos muestran como una realidad. Habíamos oído hablar de la brecha digital pero era un concepto más, reducido prácticamente a la opinión de algunos expertos. Estos tiempos de pandemia y durante el confinamiento, no obstante, han hecho que esta brecha digital se nos haya mostrado en toda su crudeza: máxime,

Los tópicos a veces se nos muestran como una realidad. Habíamos oído hablar de la brecha digital pero era un concepto más, reducido prácticamente a la opinión de algunos expertos. Estos tiempos de pandemia y durante el confinamiento, no obstante, han hecho que esta brecha digital se nos haya mostrado en toda su crudeza: máxime, cuando esta necesidad ha afectado muy intensamente y, posiblemente con consecuencias futuras, a la infancia.

Allá por el 15 de marzo se decretó el Estado de Alarma. Antes, el viernes 12, se habían cerrado los centros escolares, debido a la gravedad de la situación derivada del Covid19, sin tiempo para hacer una planificación de cómo sería ese cierre ni para cuánto tiempo. No había habido tiempo para pensar cómo sería la relación entre alumnos y maestros. Hubo que ir improvisando sobre la marcha y, en esta -muy positiva- improvisación, de repente descubrimos las multiples posibilidades que nos ofrecían las nuevas tecnologías. Vimos como alternativa la atención escolar on-line, los deberes on line o las reuniones de alumnos por videoconferencia. ¡Eureka! Teníamos la solución para el seguimiento del curso y, además, estábamos en la onda: la modernidad. El reto era ilusionante y se implementaron los mecanismos, las plataformas para ponerlo en marcha pero…. Aquí aparecieron las dificultades.

Dificultades derivadas del poder adquisitivo de algunas familias, que no disponían de ordenador, wifi, etc. Dificultades ligadas, por lo tanto, a la precariedad en la que viven algunas familias en esta sociedad avanzada, moderna y conectada. La realidad, la cruda realidad, nos hizo visible que la diferenciación social en función del poder adquistivo es un hecho. En pocas palabras, que la división social en función de clase define nuestra sociedad. La imagen de sociedad rica es una imagen, una foto de un determinado grupo. La realidad es que nuestra sociedad es una sociedad clasista, que dificulta el acceso pleno a la cultura y, por lo tanto, a la iguadad de oportunidades a los grupos más desfavorecidos.

Dificultades derivadas de la formación de algunas familias en el manejo de las posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías. Algunos padres modernos superconectados al móvil, al whatsapp, Facebook, etc. tenían dificultades a la hora de conectarse y/o conectar a sus hijos a las vdeoconferenicias, mediante las cuales se interrelacionaban los alumnos entre sí y con sus maestras/os.

Dificultades, a su vez, derivadas de la actitud de los niños ante la comunicación por videoconferencia. Niños, que conocen y manejan ágilmente las nuevas tecnologías -de hecho, una de las quejas habituales era: “Este niño siempre está con el móvil. Es un problema. No sé cómo hacer para que no esté enganchado a las pantallas”- pero que hemos constatado que cuando se enfrentan a la videoconferencia y ven a su profesora y a sus compañeros no saben cómo comunicarse.

Miran la pantalla confusos, no se atreven a participar, se despistan y no pueden mantener la atención a lo que está sucediendo en el transcurso de la sesión virtual. Y es que la esperteza de estos niños con las nuevas tecnologías está basada en juegos individuales, donde están absortos en unas imágenes e historias en las que todo transcurre de una manera vertiginosa. Es una brutal competición del niño ante las acciones que le propone la pantalla y donde, en la mayoría de las veces, son historias cuyo objetivo es la eliminación del otro.

La lección, el toque de atención que nos ha dado el tiempo de confinamiento, es que la brecha digital es una realidad que tiene que ver con la clase social y con la formación de los padres. Y que las nuevas tecnologías -que creíamos que nuestros hijos dominaban- son un reflejo de un modelo de sociedad competitivo, vertiginoso, individualista e irrespetuoso con el otro. El daño que hacen las nuevas tecnologías no es el tiempo que los niños les dedican sino el mensaje y el modelo de sociedad que transmiten a través de los juegos, las páginas web, etc.

El peligro no está en la herramienta sino en la utilización que se hace de ella. La responsabilidad de los padres, los profesores y la sociedad en general es la de dotar a estas nuevas tecnologías de valores y otras finalidades distintas de las actuales.

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