“En nuestra vulnerabilidad está nuestra fortaleza” (opinió, María Ramos)

“En nuestra vulnerabilidad está nuestra fortaleza” (opinió, María Ramos)

Las personas solemos comportarnos e ir por la vida de una manera arrogante, como si fuéramos invencibles, arrasando con lo que nos molesta, avasallando a los que consideramos más débiles, mirando con distancia a los diferentes, juzgando a los que no entendemos, condenando a los que no piensan como nosotros, compitiendo permanentemente por un espacio

Las personas solemos comportarnos e ir por la vida de una manera arrogante, como si fuéramos invencibles, arrasando con lo que nos molesta, avasallando a los que consideramos más débiles, mirando con distancia a los diferentes, juzgando a los que no entendemos, condenando a los que no piensan como nosotros, compitiendo permanentemente por un espacio y una posición. Cualquier cosa y excusa nos sirve para activar nuestras alertas, ponernos a la defensiva y atacar si lo consideramos necesario. Nos activamos en el modo: “El hombre es un lobo para el hombre”.

No obstante, la realidad nos muestra y nos enfrenta a nuestra propia vulnerabilidad: el sufrimiento, la enfermedad, la muerte.

Sufrimos porque no somos felices, porque nuestros sentimientos nos juegan malas pasadas y porque el cóctel de emociones se mezcla, se mueve, sube, baja y nos sentimos tristes, confundidos y nos produce dolor emocional. Tenemos la idea romántica que la felicidad es un estado y no nos damos cuenta que la felicidad son momentos.

La enfermedad nos puede afectar en cualquier instante. Puede ser grave, crónica, genética, adquirida, personal, familiar… Y, en estos meses, hemos recordado también que la enfermedad puede ser social, colectiva: la pandemia. Un virus, el covid-19, nos ha confinado tres meses en casa. En este tiempo, personas que vivieron otros momentos terribles, como fue la Guerra Civil, comentaban que este virus nos había obligado a no salir de casa, cosa que no pasó entonces cuando la vida continuó más o menos igual y la gente solo se confinaba cuando anunciaban los bombardeos. Solo la comparación, ya nos demuestra la gravedad del impacto de este virus sobre nuestras vidas.

La muerte es nuestra compañera de vida, siempre está ahí, se hace invisible pero está. Es discreta porque nos permite hacer nuestra vida, seguir nuestro camino, elegir nuestros afectos. Pero es la prueba definitiva de nuestra vulnerabilidad. Desgraciadamente, durante estos últimos meses, ha estado muy presente y cercana a nuestra vidas.

Están siendo días en los que hemos vivido de manera cercana la muerte, ya sea causada por el covid-19 (y aquí un abrazo para los familiares y amigos, algunos de ellos muy cercanos a Asemcat y que han sufrido esta pérdida), como por otras causas, como el infarto de una persona con quien horas antes habíamos tenido una conversación. Mirándolo en retrospectiva, parecía como si fuera una despedida y me ha hecho pensar: posiblemente sin saberlo ni detectarlo intuimos nuestra propia muerte. También lo podemos observar en el caso de Pau Donés, que editó y difundió un videoclip, emotivo, especial, y que sonaba a despedida; como así fue.

Estas son, entre otras, nuestras vulnerabilidades. Y, para sobrellevarlas, para afrontarlas, es necesario el concurso y el apoyo de los otros, de nuestros semejantes, de los que tenemos al lado. O de los que estando lejos, nos hacen sentir su apoyo y compañía. Para ello debemos activarnos en el modo: “El hombre es bueno por naturaleza”.

Y es que, si aceptamos nuestra vulnerabilidad, nos daremos cuenta de que nos necesitamos para hacernos fuertes, ser felices y sufrir menos. Estar acompañados es poner en práctica y hacer bien visible eso de que “el hombre es bueno por naturaleza”.

Y ya lo hicimos. Sabemos cómo hacerlo, lo tenemos en nuestro recuerdo cercano. No podemos olvidar la corriente, el tsunami de solidaridad, que se extendió por todo el país, en todos los ámbitos, mientras íbamos llegando y doblegando el pico de la pandemia. Eso nos ayudó a superar el miedo, sentirnos acompañados, saber que todos estábamos comprometidos para superar el momento y reconocer al otro. Se respiraba un clima de ayuda mutua, en el que la determinación de ayudar prevalecía por encima de la competitividad.

Así, en nuestra vulnerabilidad está nuestra fortaleza.

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