‘El mañana nunca llega’ (opinió, María Ramos)

‘El mañana nunca llega’ (opinió, María Ramos)

Tengo 63 años y, en estos días de confinamiento, de incertidumbre, de no saber qué será del futuro, me acuerdo de mi abuela. Una mujer sabia, que sufrió mucho y que supo sobreponerse a todas las adversidades de la vida. Siempre la recuerdo servicial, amable, alegre, cariñosa. Pues bien, mi abuela decía: “El mañana nunca

Tengo 63 años y, en estos días de confinamiento, de incertidumbre, de no saber qué será del futuro, me acuerdo de mi abuela. Una mujer sabia, que sufrió mucho y que supo sobreponerse a todas las adversidades de la vida. Siempre la recuerdo servicial, amable, alegre, cariñosa. Pues bien, mi abuela decía: “El mañana nunca llega”.

En psicología, se suele decir: “Hay que vivir el aquí y el ahora”. En Asemcat decimos: “Hay que vivir el ahora de la manera más confortable posible”.

La idea que el mañana nunca llega me sirve para pensar en que todo lo que estamos viviendo y en que la intensidad con la que lo vivimos nos van a preparar para después del confinamiento.

Pero pensemos primero en el antes del confinamiento y de la pandemia. Nuestra vida seguía unos cauces, nuestra cotidianidad, nuestras rutinas. Y aventurábamos horizontes o futuros en los que nunca estuvo el coronavirus. No pensábamos ni en los estragos que éste produciría, ni en el altísimo coste en vidas humanas, ni en las secuelas de los duelos que nos dejará esta pandemia. Y, por supuesto, ni en las consecuencias económicas de la misma. Apenas estábamos saliendo de la grave crisis económica de 2008 y el Covid 19 ha sido capaz de paralizar más de medio mundo.

Nada de esto estaba en nuestra mente, no imaginábamos un futuro así. Sin embargo, dejamos muchas cosas para mañana: cosas que tienen que ver con aquella conversación con la hermana, aquella visita a los padres, aquella reunión de amigos, etc. Es posible que ahora nos arrepintamos de haber dejado esas cosas para el mañana.

También dejamos para mañana decisiones que tienen que ver con nuestro trabajo, economía… Ahora, todos esos proyectos han quedado desfasados y nos embarga un cierto desasosiego.

Vivir todos estos desajustes de hoy y, sobre todo, cómo seamos capaces de vivir esta incertidumbre, nos ayudará a afrontar el desescalamiento.

No es prepararnos para después del confinamiento -o no en el sentido de anticiparnos a cosas que como ya hemos visto no ocurren (y mejor que no ocurran)-, sino que es vivir el presente con la actitud que no hay un mañana.

Aprovecha el hoy para ser feliz, para reconciliarte contigo misma, para entender y aceptar al otro, para vivir los duelos de hoy que nos capacitan para ser personas maduras, sensatas, empáticas. Las vivencias de hoy, los duelos que estamos transitando, son como si estuviéramos labrando nuestro terreno emocional y así poder acoger y madurar nuestras capacidades para afrontar otros duelos de una manera más madura, más saludable.

El vivir el aquí y el ahora nos dará fortaleza para vivir el presente y dejará abonado el terreno para que vivamos de manera plena otras experiencias. Somos lo que hemos vivido y como lo hemos vivido.

Aprovechemos este tiempo de confinamiento para reencontrarnos con nosotros mismos, para ser indulgentes, amables y amorosos con nosotros mismos. Esta es, o puede ser, una previa para ser indulgentes, amables y amorosos con los otros.

Vivir el presente es aprovechar este momento para enriquecernos como personas, sea este un momento de placer o de displacer. Vivir el presente nos capacita para transitar por la vida de una manera más confortable porque ya sabemos que el mañana nunca llega.

Definitivamente, mi abuela era una mujer sabia.


(Foto: Pixabay)

 

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