‘Anticipándonos a la nueva realidad’ (opinió, María Ramos)

‘Anticipándonos a la nueva realidad’ (opinió, María Ramos)

Durante este tiempo de pandemia y confinamiento he tenido la oportunidad y el atrevimiento de leer “La Peste”, de Albert Camus. A medida que iba avanzando en su lectura iba constatando las similitudes de los comportamientos humanos en ambas pandemias, dando la sensación de que se estaba describiendo la situación actual pero ubicándola en otro

Durante este tiempo de pandemia y confinamiento he tenido la oportunidad y el atrevimiento de leer “La Peste”, de Albert Camus. A medida que iba avanzando en su lectura iba constatando las similitudes de los comportamientos humanos en ambas pandemias, dando la sensación de que se estaba describiendo la situación actual pero ubicándola en otro escenario.

Posiblemente, después de esa lectura, de la vivencia diaria intensa y del interés por todo lo que ocurre en esta pandemia es por lo que me atrevo a referirme a eso que se ha dado por llamar la “nueva realidad”. Como tal aventura, todo lo que pienso puede o no puede ocurrir.

Las primeras semanas de la pandemia, todos nos confinamos en casa con miedo: miedo a ese virus que ya conocemos por su nombre, Covid-19.  El miedo al contagio nos hizo ser pacientes y atentos a la evolución de la pandemia. Veíamos espantados la gran virulencia de la misma, los hospitales desbordados, los miles de fallecidos diarios y nos encomendábamos a los astros, a Dios, a los sanitarios. Sobre todo, seguíamos las indicaciones de los responsables sanitarios para seguir el confinamiento y evitar infectarnos. Salíamos entusiastas cada día a las 20h a aplaudir para agradecer a los sanitarios su trabajo, pero también como autoayuda para todos y cada uno de nosotros. Nos servía para mantener la esperanza, para no sentirnos solos, para resistir y para salir de ésta.

A medida que transcurrían las semanas y que el confinamiento se alargaba, la curva de nuevos infectados se iba doblegando y disminuía el número de muertes diarias, se fue instalando una nueva realidad. Aparecía una nueva virulencia. Esta vez, política. Asistimos espantados a esa agresividad, a esa escalada de tensión política, que poco a poco se ha ido trasladando a una tensión social. Ya no estamos espantados por la virulencia del Covid-19, ahora el espanto viene por la clase política y por sus altavoces, que es la prensa.

Cuando era muy jovencita aprendí que la prensa era el auténtico poder y que para acabar con la explotación del hombre por el hombre ya no era solo necesario el control de los medios de producción sino, también, el de los medios de comunicación. Ahora que ya no soy jovencita he aprendido que los medios de comunicación son el poder. O al menos uno de ellos.

Llegados a este punto y viendo la escalada de tensión que vociferan los medios de esos políticos histriónicos, sus exigencias cortoplacistas y su falta de lealtad al facilitar las informaciones a los responsables sanitarios (información parcial, fuera de hora y contradictoria), se extiende la desconfianza. Y ello abona el campo para la explosión del descontento social. Aquí permitidme que agradezca los modos, estilo y explicaciones del Dr. Simón: un gran hombre en medio de esta jauría que se ha desatado en búsqueda de -supongo- algún culpable, por lo tanto, reo y elemento a eliminar. Y como toda jauría, esta es ciega, alocada y movida por el ansia de matar (esto último, en sentido simbólico). Probablemente, sea más correcto decir “destruir al equipo político que está liderando la respuesta a la pandemia”.

El Gobierno ha cometido errores en la previsión del impacto de la pandemia, en no aislar Madrid, en la compra de material sanitario, etc. Hay que admitirlo. Pero también hay que señalar que la oposición no ha sido leal y no se ha puesto precisamente a trabajar para minimizar los estragos en la salud y la vida de los ciudadanos causados por la pandemia, sino más bien al revés. Ha salido en tromba con el objetivo de asumir el poder que no pudieron asumir en las elecciones, sirviéndose de la pandemia. Y es por esa actitud destructiva de la clase política, a la que se han sumado sus correligionarios, determinada prensa y una parte de la sociedad, por lo que pienso que no habrá una nueva realidad y que, como sociedad, no hemos aprendido a vivir de una manera más solidaria.

Y es que, además, en medio de este clima de tensión, están apareciendo iniciativas del tipo: “qué hay de lo mío”. Sí que es cierto que hay colectivos más desfavorecidos a los que hemos de proteger, pero también es cierto que estos mismos colectivos deberían reclamar desde el convencimiento del bien común, desde la idea de comunidad y desde la propuesta de avanzar hacia una sociedad más justa. Me duele ver que estas iniciativas, justas reivindicaciones, estén hechas desde “lo mío” y no desde “lo nuestro”, lo colectivo, lo social.

Esto me hace pensar que la crispación política y de los medios (prensa y redes sociales) se ha trasladado a la mentalidad colectiva. Y eso no augura nada bueno para afrontar la nueva realidad. Hemos frustrado el deseo de hacer una sociedad diferente de aquella en la que estábamos instalados antes de la pandemia: de ir hacia una sociedad que fuera más justa, más solidaria, más respetuosa, más igualitaria.

Mi temor es que saldremos de la pandemia como jauría y en la idea de que el hombre es un lobo para el hombre. ¿Podemos albergar aún un poco de esperanza?


(Foto: Pixabay)

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