“Tiempos difíciles” (opinió, María Ramos)

“Tiempos difíciles” (opinió, María Ramos)

Desde que el Covid-19 irrumpió en nuestras vidas no ha dejado de acompañarnos el sentimiento de angustia y desesperanza. Los meses del confinamiento fueron muy duros. A nivel personal, nos enfrentó a situaciones muy estresantes y que poco a poco han ido saliendo a la luz, aunque la mayoría todavía siguen quedando en el ámbito

Desde que el Covid-19 irrumpió en nuestras vidas no ha dejado de acompañarnos el sentimiento de angustia y desesperanza.

Los meses del confinamiento fueron muy duros. A nivel personal, nos enfrentó a situaciones muy estresantes y que poco a poco han ido saliendo a la luz, aunque la mayoría todavía siguen quedando en el ámbito privado. No obstante, como sociedad, logramos sobreponernos e iniciar la desescalada (distinta en ritmo e intensidad en cada lugar), con la ilusión que poco a poco recobraríamos lo que el presidente Sánchez denominó la “Nueva Normalidad”.

Fueron pasando los meses de junio, julio, agosto, las vacaciones… Teníamos el convencimiento que en septiembre muy probablemente ya habríamos entrado en esa supuesta “Nueva Normalidad”.  Sin embargo, estamos inmersos en otra ‘nueva normalidad’, distinta de la prevista, inesperada, más incierta. Y es que volvemos a tener unos índices de propagación del virus descontrolados, con la sensación que el peligro acecha y con el miedo paralizante de volver a la cotidianidad, ante una incertidumbre que nos hace sufrir y confundidos sin saber cómo actuar.

Queremos y necesitamos volver a la nueva normalidad, pero la nueva realidad nos presenta un escenario -cuanto menos- muy dudoso.

Parecemos abocados a iniciar de nuevo las rutinas de vuelta al colegio e incorporación a los puestos de trabajo con el casi convencimiento de que con estas dos acciones se va a disparar el número de contagios. Y, probablemente, volvamos de este modo a vivir la misma situación de los meses más duros de la pandemia, pero ahora ya sin la posibilidad de un nuevo confinamiento tan restrictivo.

El confinamiento no se podrá repetir por las presiones de las fuerzas económicas para la vuelta a la actividad productiva. Sin olvidar tampoco las enormes presiones – que en estas útimas semanas se han mostrado algo erráticas- de los partidos de la oposición (tanto de los que cuestionaban el estado de alarma como de los que decían que ellos gestionarían mejor la pandemia -y que habría, con ello, menos muertos-).

El día 31 de agosto es la fecha que establecimos para reincorporarnos al trabajo presencial. Confiábamos en que, después de todo este tiempo, ya habríamos recuperado en gran medida la normalidad o habríamos entrado con garantías y de forma más o menos estable en esa supuesta “Nueva Normalidad”. Pero se acerca el día y no existe ni se vislumbra tal escenario.

Cierto será que, pensando en nuestro colectivo, tendremos que esforzarnos e implementar nuevas formas y modos para garantizar la atención que requieran las familias con enfermedades neuromusculares y minoritarias. Para ello, es imprescindible una comunicación intensa para conocer mejor que nunca esas necesidades y poder de esta manera esforzarnos hasta la extenuación en buscar y lograr las respuestas requeridas, colaborando con todos los organismos, entidades, administraciones… para que la ayuda circule y llegue al que lo necesita.

El gran reto es conseguir que las nuevas tecnologías, el trabajo en remoto y las redes sociales -en estos tiempos, base de la relación entre las personas- puedan transformarse en una herramienta ágil, asequible y efectiva, que dé respuesta a las necesidades sentidas y vividas de las personas (a todas, y no solo a las que tienen acceso al mundo on-line).

Estamos inmersos en un tiempo en el que la Covid-19, en su dimensión social, nos enfrentará a la enfermedad y a la muerte, y a los sentimientos de fragilidad, miedo, desconfianza, dolor y angustia. Sin olvidar, nuestra dimensión personal, con nuestras patologías, nuestros problemas individuales, familiares y sociales.

Serán tiempos difíciles, en ocasiones muy difíciles. Para poder sobrevivir a todo este sufrimiento, nos vamos a necesitar más que nunca para poder reducir el nivel de sufrimiento y recuperar el ánimo para salir de ésta. Será necesario unir nuestras fuerzas, capacidades y afectos, que nos ayuden a encontrar y disponer de ese antídoto frente la desazón. Para ello será imprescindible la solidaridad, la empatía, el respeto, el apoyo y el acompañamiento que todos podemos ofrecer y que todos podemos recibir.

No sabemos cómo será el futuro, pero sí sabemos que en este presente nos necesitamos. Y que nos podemos ayudar. Tal vez en la confianza resida el futuro.

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