En estos 10 meses de pandemia, que han causado miles de muertos y millones de afectados, el miedo al contagio nos ha retenido en nuestros domicilios. Y, como consecuencia de ello, la afectación en nuestro colectivo no ha sido significativa. No obstante, hoy también estamos en momentos muy complicados debido a la rápida propagación del virus. También, como dicen los expertos, porque lleva una muy fuerte carga viral. Sin embargo, hemos relajado nuestro comportamiento y tenemos muchas interacciones sociales, como vamos dejando testimonio en las redes sociales. Llevamos mascarilla, pero los expertos nos advierten: “No salgáis de casa, no os expongáis tanto, que hay mucho virus circulando”. Escuchemos este llamado, casi desesperado, de los expertos.

¡Evitemos la exposición al virus!

No es fácil escuchar esta recomendación cuando la vacuna ya está aquí y ha comenzado la vacunación masiva.

¿Cuándo y cómo nuestro colectivo podrá acceder a esta vacunación?
Preocupadas por este tema, ya os hemos ido adelantando información -y en el Lligam que estará a punto de llegar a vuestras manos, ya adelantábamos unas recomendaciones sobre la oportunidad de la vacuna-.
Ahora se acerca el día en que nuestro colectivo sea el candidato a la vacuna y surgen dudas que tienen que ver con la cuestión práctica.

Estas dudas son:
¿Cómo se determinan los grandes dependientes no institucionalizados? ¿En qué se basará esta categoría: en la valoración de dependencia o en el grado de discapacidad?
Entendemos que una buena herramienta sería utilizar el grado de dependencia.
En esta categoría se contempla la vacunación de las personas cuidadoras de “estos grandes dependientes”, ya sean profesionales o familiares.
Entendemos que sí, que los cuidadores son personas de riesgo: tanto para contraer como para ser propagadores de la Covid-19.

La vacunación es para mayores de 16 o 18 años, dependiendo del tipo de vacuna, pero ¿qué pasará con las familias que tienen menores, muy dependientes, a su cargo? ¿Serán candidatos a esta vacuna?
Entendemos que sí. Dado que los niños no son vacunables, obligatoriamente deben serlo sus cuidadores como medida preventiva y protectora de estos menores.

La incertidumbre no cesa, la ansiedad se dispara, las dificultades para seguir confinados aumentan. Y, la vacunación da esperanzas, pero nos surge la desconfianza sobre si nuestros gestores de salud conocen las características de los colectivos que ellos mismos han determinado o, una vez más, van de improvisación en improvisación.

Es nuestra obligación ética llamar a la prudencia, es decir: llamar a evitar los contactos sociales en nuestro colectivo. Como también es obligación nuestra hacer llegar a nuestros responsables políticos las incógnitas que nos surgen antes sus propuestas, que parecen estar improvisadas y aprobadas desconociendo las particularidades de cada colectivo (que ellos mismos han establecido).

Estamos, y seguiremos estando, alerta para evidenciar las incongruencias y para ofrecer nuestra colaboración para que este proceso de vacunación transcurra de la mejor manera posible.