‘Furia’ (opinió, Maria Ramos)
Publicada el 25 de maig de 2020
La furia se ha desatado en nuestra sociedad. Una furia azuzada por las fuerzas políticas. Una furia que ha calado en la mente de muchos ciudadanos y que la manifiestan airados, con el único mensaje de: “Gobierno dimisión”. Cuando intentas averiguar cuáles son los motivos, éstos se encuentran en la mala gestión de la pandemia, en los 30.000 muertos, en supuestos engaños con las cifras de fallecidos, la situación en en las residencias, etc. Lo que pasan por alto es que en esta pandemia las cifras de muertes son similares en la mayoría de países.
Este hecho, con ser importante, no va a obviar que se han cometido errores en la gestión de esta crisis, errores que he ido desgranado en escritos anteriores y que van desde el excesivo postureo por parte del Gobierno, a la decisión de no cerrar Madrid, etc. También, en la fase de desescalada, se ha cedido a las presiones políticas de la Comunidad de Madrid, el vaivén de cifras de Catalunya, etc.
La furia campa a sus anchas, alimentada por una concepción de la política basada en la asunción del poder a toda costa. Ahora, a costa del miedo que ha producido la pandemia.
La política ha dejado de ser aquello de trabajar por el bien común, la defensa de ideas o la realización de propuestas. Ahora, la política es, en exclusiva, hacer caer al gobierno de turno, aprovechando momentos de catástrofe o de crisis. Y, para ello, es necesario alimentar la furia. En este punto, las redes sociales, la estrategia de comunicación, son fundamentales.
La política está dirigida por los estrategas de la comunicación, que siguen los principios ya en su momento explotados por el dirigente nazi, Joseph Goebbles: simplificación y enemigo único, exageración y desfiguración, y orquestación. Y también, enfatizar aquello de: “Una mentira repetida centenares de veces se convierte en verdad”.
La estrategia comenzó con el hecho de diluir y desvalorizar la manifestación de los aplausos desde los balcones a las 8 de la tarde. Esa era una manifestación de ayuda mutua, confianza, esperanza y sentimiento de pertenencia, que se generó en los momentos más duros de la pandemia y que se estaba consolidando entre los ciudadanos. Y, por lo tanto, en la sociedad.
Esa manifestación de solidaridad y de unidad no era conveniente para los partidos de la oposición. Había que ir desinflando esa ilusión y comenzar a hacer circular por las redes mensajes que señalaban que los sanitarios no querían aplausos sino mejoras salariales. Es un mensaje contundente: ¿quién no va a estar de acuerdo en que les suban el salario a los sanitarios? Bueno, sí, no lo querrían aquellos que aplicaron los recortes en Sanidad. Es decir: los mismos que lanzan ahora los mensajes de que los sanitarios no quieren aplausos.
Los aplausos, poco a poco, fueron apagándose y se fue dando paso a las caceroladas. Y, de ahí, se pasó a las caravanas de coches con banderas y autobuses descapotables desfilando por las calles, a imitación de los futbolistas cuando ganan una copa. Con multitud de seguidores vitoreando al caudillo. El pueblo es sabio, pero cuando se convierte en masa es preocupante porque deja en manos del caudillo su capacidad para pensar.
La furia se está contagiando. Hemos visto los accesos de ira en los debates en el Congreso. Todo sirve para desprestigiar al otro, todo es válido para llegar al poder. Esta furia se ha trasladado a las calles, donde se retoman los cortes de carretera en Barcelona, se producen manifestaciones en Navarra, contramanifestaciones… De momento, se trata sobre todo de reacciones a las manifestaciones de las caceroladas y a los desfiles triunfalistas caudillistas.
La pandemia de Covid-19, aunque en menor medida, sigue activa. Todos la conocemos, hemos vivido su peligrosidad y su capacidad para producir dolor y muerte. La hemos temido y le hemos hecho frente con el confinamiento para evitar los contagios masivos. Pero, ahora, ha surgido otra pandemia: la de la furia. Es también muy peligrosa, puede producir mucho dolor y ser muy letal y contagiosa. Es necesario protegerse de ella y evitar su propagación.
Para ello, para su prevención y protección son claves valores y elementos como la solidaridad, el bien común, la libertad, el respeto, la igualdad o la justicia social. Y como herramienta para conseguir una sociedad más justa: la información. Una información que nos permita pensar y, así, poder ser más libres.
(Foto: Pixabay)