‘Con la primavera, una segunda oportunidad’ (opinió, María Ramos)

Publicada el 4 de maig de 2020

Es maravilloso ver como la primavera se abre camino, las flores se muestran en todo su esplendor, el sol, el calor, invitan a la vida y comienza la desescalada. Poco a poco, de manera prudente y progresiva vamos incorporándonos a la nueva realidad. Una nueva realidad, en cualquier caso, que no sabemos cómo será.

Parece como si nos hubiéramos instalado en la incertidumbre permanente: incertidumbre por la evolución de la pandemia, incertidumbre sobre nuestra salud e incertidumbre sobre el futuro del sistema económico. En definitiva: incertidumbre sobre la nueva realidad.

Pero, es el momento de comenzar a soñar, pensar y poner los eslabones que nos faciliten ese camino de desescalada y empezar a avanzar en la nueva realidad. Ahora, tenemos la oportunidad de diseñarla.

Ese proceso, de todos modos, dependerá, sin duda alguna, de cómo hemos vivido el tiempo de pandemia y de nuestra capacidad de resiliencia para adaptarnos a esta situación -totalmente desconocida, de confinamiento-. También, de este enfermar con una dimension social, así como del trabajo interno de elaboracion de los duelos que hemos tenido que ir haciendo ante pérdidas vividas. En pocas palabras, dependerá de factores vividos durante este tiempo como la rutina, el trabajo, la salud y, por desgracia, también la muerte -muerte de seres queridos o seres cercanos-.

A estas pérdidas, la pandemia les ha dado una dimension nueva, desconocida por nuestras generaciones como es su dimensión social. Hemos descubierto, vivido y sufrido que la enfermedad y la muerte no son solo individuales. Este ha sido un nuevo paradigma en el que hemos descubierto y aprendido que la enfermedad y la muerte también son colectivas.

En un corto espacio de tiempo hemos sufrido muchas pérdidas y nos hemos adaptado a sobrevivir en una situación muy compleja. Estas vivencias tan profundas nos han descubierto nuestras capacidades de resiliencia, de madurez ante las pérdidas, de ilusión hacia el futuro, de solidaridad social, de vitalidad y alegría de sentirnos juntos, de convencimiento que juntos saldremos, etc.

Estos valores conforman unos buenos mimbres para pensar y sentar las bases de esa nueva realidad, que debería ir hacia facilitar la vida de las personas. Ya hemos visto que las prisas no son buenas, que en lo material no está la felicidad, que el consumismo no garantiza la salud pública, que el individualismo resta, que la solidaridad ha sido el hilo conductor que nos ha permitido individual y socialmente mantenernos a flote. Todo ello nos ha permitido conservar la esperanza, descubrir al otro, generar ilusión y mantener las ganas de seguir viviendo.

Sería deseable mantener estos valores durante el periodo de desescalada. Y más importante aún, que sean los valores sobre los que se asiente la nueva realidad. Si nos han servido para resistir, no tiene sentido o es muy peligroso que los perdamos cuando nos acomodemos a la nueva realidad.

Nuestras vidas social y física han estado a punto de truncarse. Tenemos una segunda oportunidad: aprendamos de lo vivido.


(Foto: Pixabay)

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