‘Cuando acecha el pesimismo’ (opinió, María Ramos)

‘Cuando acecha el pesimismo’ (opinió, María Ramos)

Quisiera ser optimista, pero me cuesta.  A medida que van pasando los días se va perdiendo ese entusiasmo de: “Vamos a aguantar esto y vamos a salir bien”. El himno del confinamiento ‘Resistiré para seguir viviendo’ ya no lo escuchamos con la misma fuerza. Sin embargo, es importante que podamos mantener la ilusión, la esperanza,

Quisiera ser optimista, pero me cuesta.  A medida que van pasando los días se va perdiendo ese entusiasmo de: “Vamos a aguantar esto y vamos a salir bien”. El himno del confinamiento ‘Resistiré para seguir viviendo’ ya no lo escuchamos con la misma fuerza. Sin embargo, es importante que podamos mantener la ilusión, la esperanza, que mantengamos las expectativas de: “Todo va a ir bien”.  Y, aunque no todo va a ir bien, la sociedad en su conjunto superará esta tragedia social. No es una guerra ni una crisis, es una grandísima tragedia social.

Me siento muy impotente cuando constato las fortalezas y debilidades del sistema de salut. Los profesionales están haciendo un enorme esfuerzo, se desviven por atender con mucha humanidad, mantienen -a pesar de todo- la ilusión. Me emocionan sus imágenes aplaudiendo, haciendo coreografías de baile, acercando a los pacientes un teléfono para que hablen -y, en algunos casos, para que se puedan despedir de los suyos cuando la muerte es inminente-. Toda esta excelencia: ¿a qué se debe? ¿Al sistema, que planifica y aboga por este tipo de atención? ¿O, a que en esos centros el compromiso de los profesionales va más allá?

Están siendo días muy estresantes, porque tengo un conocimiento muy cercano de personas a las que el Covid19 ha afectado muy de lleno a toda la familia. Familias con tres miembros en la UCI u otras que han tenido que afrontar la muerte con unos días de diferencia de ambos padres y con el resto de miembros con sospechas de estar afectados.

Es muy doloroso escuchar a través del teléfono los sollozos de dolor, la voz rota, el miedo a una próxima muerte. La impotencia de no saber qué decir, la pena de tener que afrontar el acompañamiento en un buen morir, la constatación que hoy es importante porque mañana, tal vez, ya no estén. La fortaleza para escuchar el dolor, el abatimiento, la desolación, la rabia, la desesperación. La importancia de poder estar acompañando en el dolor. Y el agradecimiento en medio de tanta devastación.

La constacion que este virus es muy grave, tan grave, que cuando afecta a determinadas personas es implacable. Y que hay un cierto desconocimiento. Y que los profesionales, por lo tanto, están confundidos sobre las afectaciones, los tratamientos, las esperanzas de vida. Esta vivencia me sume en la pena.

También me sume en la rabia o en la frustración otra vivencia como es que personas con síntomas leves de coronavirus estén confinadas en sus casas sin atención por parte del sistema. Y que llamen al 061 y no obtengan respuesta; o que reciban mensajes contradictorios o que les vayan cambiando el posible diagnóstico. Sería muy largo de contar el seguimiento del día a día pero la impotencia ha dado paso a la incredulidad. Y, ahora, ya es rabia. Porque después de más de 30 días de haber comunicado los síntomas y de estar sus datos en el sistema, aún nadie les ha hecho la prueba que certifique si están o no afectados.

Y así, un poco desesperada, he enviado una consulta al ministerio -que no confío que me respondan- pero en la quiero que aclaren esa ‘supuesta’ orden que han dado a los sanitarios para que no hagan los tests.

Me despierta rebeldía la actuación de los políticos. Esa incapacidad de sumar fuerzas, recursos y mensajes para mantener a la ciudadanía con ánimos para superar la muerte, el confinamiento, el futuro. No es el momento de crespones negros ni de hacer competiciones para ver quién es el más listo o de anunciar medidas para demostrar un perfil propio. No, no y no. Ahora, es el momento de sumar, de remar juntos para salvarnos del naufragio. Cuando lleguemos a la costa y estemos salvados, no se preocupen que el pueblo tiene memoria. Y, si no: será en ese momento, cuando estemos a salvo en la costa, cuando ustedes nos pueden demostrar qué es lo que hicieron o no hicieron durante el naufragio. Si no cambian de rumbo es posible que esos sentimientos de rebeldía estallen a nivel social y todos ustedes, todos, estarán en peligro de perder su liderazgo.


(Foto: Gerd Altmann / Pixabay)

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